A unos 920 km del mar y a poco más de 600 km de Asuncion, cuando el cansancio llegaba al límite y la oscuridad jugaba a traicionarnos, decidimos quedarnos a ultima hora en un hotel recomendado.
Este hotel no solo nos sorprendió por su inusual ubicación, en el km 20 de Mercedes, Argentina , por su peculiar arquitectura de Piedra de tres plantas, decoración barroca y ambientes sumamente acogedores. Una legítima biblioteca y un gran quincha con piscina en el exterior.
Tímidamente entramos con el vehículo puesto que no parecía un hotel sino una estancia, siendo las 22:30hs fuimos recibidos por la propietaria y es ella quien nos indica donde estacionar. A campo traviesa teníamos prácticamente todo el horizonte para elegir. Un viento fresco, estrellas y la súper Luna nos recibieron también.Enseguida nos presentaron una majestuosa habitación con dos camas queen con dosel y un magnífico baño, que si bien se nota no tienen tanto uso y le afecta el hecho de estar en medio del campo conservaba todo el encanto barroco y los detalles de un hotel boutique.
Apenas nos acomodamos, la propietaria muy amablemente nos aviso que la cena estaba servida por su amorosa encargada Eugenia. Pero antes se ofreció a mostrarme sus 5 habitaciones y contarme acerca de las instalaciones. El hambre era tanta pero la curiosidad era mayor por lo accedí. El majestuoso comedor con una mesa imperial con 4 lugares para mi familia, ensaladas verdes , un medallón de lomito con unas riquísimas papas rústicas y un brownie con helado fueron el broche de oro de la noche. El techo se conforma por vigas de una sola pieza de madera de árboles originarios del mismo campo, la torre por piedras del lugar colocadas artesanalmente. Detalles de la decoración tan bien pensados, como unos sillones color manteca , lámparas de pie antiguas de luces cálidas, espadas y escudos, así como la vista interna de una biblioteca de altura completaban la magia del lugar . Místico, mágico y misterioso pero acogedor, donde los sentidos trascienden a otro nivel, el bienestar y la paz te envuelven de tal manera que te invitan a querer quedarte para siempre.
El descanso fue perfecto, en un silencio divino y eterno, la noche parecía de día, iluminada por la súper Luna.
Bien temprano a la hora pactada, fuimos recibidos con una amable sonrisa por Eugenia quien nos mostró todo lo que teníamos para servirnos , frutas, yogurt, café, cocido, leche, medialunas, jamón y queso. Volvimos a hablar con la propietaria que con tanto cariño nos compartió la historia del lugar, parte de la historia familiar , nos contó acerca de la ampliación del hotel y quedamos aún más fascinados por el paisaje matutino. Ovejas y un ñandú fue lo que pudimos observar a simple vista.
Fue realmente una vivencia única e inolvidable, en un lugar con personalidad propia y con mucho cariño depositado que logro transportarnos a otra dimensión.